
Rob Greiner, un hombre cuadripléjico, logró controlar videojuegos y utilizar una computadora únicamente con su mente, gracias a un implante cerebral experimental desarrollado por Neuralink, la empresa de Elon Musk. El dispositivo, llamado “Telepathy”, fue implantado mediante una cirugía robótica.
El procedimiento, realizado por un robot quirúrgico de alta precisión, consistió en implantar más de mil electrodos conectados a través de hilos ultrafinos directamente en su cerebro. Este implante permite registrar y traducir la actividad neuronal en comandos digitales, transmitidos de manera inalámbrica a dispositivos externos mediante Bluetooth.
“Es increíble lo que ya puedo hacer en menos de una semana con Neuralink”, escribió Greiner en sus redes sociales, acompañado de un video donde se lo ve navegando en su laptop. El exentrenador de perros agradeció al equipo médico y a su familia, y destacó que toda la interacción con el equipo se realiza solo a través del chip.
Un nuevo horizonte para la neurotecnología
El chip, conocido técnicamente como “Link”, se implanta en el cráneo y conecta directamente con el cerebro. Cada uno de sus electrodos es más delgado que un cabello humano y permite captar la actividad eléctrica de las neuronas con una sensibilidad sin precedentes. Gracias a algoritmos de inteligencia artificial, el sistema interpreta esas señales y las convierte en acciones en tiempo real.
Aunque la tecnología se encuentra en fase de ensayos clínicos, sus aplicaciones médicas generan gran expectación. En particular, se busca mejorar la calidad de vida de personas con discapacidades motoras severas, permitiéndoles recuperar autonomía en tareas cotidianas.
¿Una nueva era de “superhumanos”?
Además del proyecto “Telepathy”, Neuralink desarrolla otras iniciativas que apuntan a expandir las capacidades humanas más allá de sus límites naturales. Entre ellas destaca un implante visual que permitiría a los usuarios percibir longitudes de onda invisibles, como el infrarrojo o el ultravioleta.
Elon Musk ha calificado estas tecnologías como “el primer paso hacia la fusión con la inteligencia artificial”, y ha sugerido que podrían dotar a las personas de habilidades cercanas a los “superpoderes”. Sin embargo, el entusiasmo también viene acompañado de inquietudes éticas y filosóficas. ¿Qué implicaciones tendría una tecnología capaz de alterar o expandir nuestras percepciones y pensamientos?
Implicancias sociales y éticas
El caso de Rob Greiner abre un debate profundo sobre el futuro de la relación entre el ser humano y las máquinas. Mientras algunos celebran la posibilidad de devolver la independencia a personas con discapacidades, otros advierten sobre el riesgo de un uso indebido de la tecnología o la aparición de desigualdades tecnológicas.
Organizaciones de derechos digitales y bioética ya han comenzado a solicitar una regulación más clara sobre las interfaces cerebro-computadora, especialmente en aspectos como la privacidad mental, el consentimiento informado y los posibles efectos a largo plazo en la salud cerebral.
Lo que hace unos años parecía ciencia ficción hoy comienza a tomar forma tangible. El implante de Neuralink demuestra que el control mental de dispositivos ya no es una utopía futurista, sino una herramienta con potencial transformador. Sin embargo, su avance plantea desafíos éticos y científicos que la sociedad deberá enfrentar con responsabilidad.